La mitad de magistrados y jueces tienen a familiares trabajando en el poder judicial
La justicia a la mexicana parece no tener fin.
La justicia suele representarse como una mujer con los ojos vendados porque ésta, se supone, debe ser ciega; es decir, objetiva, imparcial, sin favoritismos. Por desgracia, esta imagen no pasa de ser un alegoría muy bonita, aunque, al final, inútil. Resulta que los jueces y magistrados (los funcionarios públicos encargados de impartir justicia), tienen metida a toda la familia en puestos públicos. Primas, hermanos, suegras, hijos, esposas, cuñados y hasta el perico (bueno, ese no) de los jueces y magistrados se pasean por los pasillos de los circuitos y distritos judiciales, dice el “Estudio sobre Redes Familiares y Clientelares en el Consejo de la Judicatura Federal”, elaborado por el consejero de la Judicatura Federal, Felipe Borrego Estrada. Éste fue entregado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación y al Consejo de la Judicatura.
El estudio, elaborado en 31 estados de la República (excluyendo la Ciudad de México, Nezahualcóyotl y Naucalpan, a cuyos datos no pudieron acceder), arrojó que por lo menos 500 jueces y magistrados de todo el país tienen a su familia trabajando en tribunales y juzgados. Estas redes clientelares se extienden a más de siete mil funcionarios del poder judicial, que también tienen a sus familiares trabajando. Los resultados son bastante descorazonadores, pues el estudio concluyó que casi la mitad (48.6%) de los jueces y magistrados incurren en estas prácticas; hubo una incidencia de 501 casos en las 1,031 plazas escrutadas. Y no es de extrañar, el consejero de la Judicatura halló que los funcionarios incluso intercambian empleos para sus familiares con sus colegas de otros circuitos, a los que posteriormente les devuelven el favor.
El reporte, al que la asociación civil Mexicanos Contra la Corrupción tuvo acceso, enlista 112 casos en que los jueces y magistrados emplearon a sus parejas, 180 a sus hijos, 136 a sus hermanos y 27 a sus papás. Sin embargo, cabe señalar que la generosa ala de los impartidores de “justicia” también arropó a sobrinos, nietos, padres, cuñados, concuños y hasta ex esposas.
Por desgracia no podremos hacer leña del árbol caído como es debido, pues el reporte no incluye los nombres de los funcionarios. Pero sí resalta los casos de tres magistrados particularmente dadivosos con su familia: uno del estado de Durango, con tres sobrinos, tres primos, cuatro hermanos, tres cuñados, dos hijos y dos concuños empleados; otro de San Luis Potosí, con un hijo, tres hermanos, tres cuñados, cuatro primas y una sobrina; y otro de Baja California, con seis sobrinos, dos hijas, un hermano, una cuñada y un concuño.
Cualquier parecido con las familias de las mafias italianas es mera coincidencia.
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