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2016, segundo año de recesión para Brasil

Con una deuda del 70% del PIB, un déficit público del 10%, una inflación de dos dígitos y un desempleo que alcanza el 8% llega el gigante latinoamericano al nuevo año, donde todo indica que sus únicas alternativas son elevar impuestos y reducir el gasto.

 




5 enero, 2016

Los problemas continúan para Brasil, país que hasta hace unos años era la estrella ascendente de América Latina y parte de los BRICS desde que este grupo fue propuesto por el economista Jim O’Neil a principios de la década pasada. Hoy se encuentra metido en una grave crisis económica y política.

En 2016, la caída estimada para el PIB brasileño ronda el 3%, un poco “mejor” que la caída sufrida el año pasado de 3.7%.

La deuda pública ya alcanza el 70% del PIB, hecho que impedirá a la principal economía latinoamericana llevar a cabo el ajuste necesario de manera ordenada. 

El país además sufre de un déficit público que se disparó del 2% del PIB en 2010, a principios del mandato de su presidenta Dilma Rousseff, a casi 10% para este año.

Para completar la lista de problemas, la inflación llegó en 2015 a 10.5% anual, cifra lejana a las hiperinflaciones que sufrió la región en décadas pasadas, pero que contrasta con las inflaciones históricamente bajas que viven otras naciones latinoamericanas como México y Chile.

Ante este negro panorama, dos de las tres principales calificadoras crediticias han rebajado la calificación soberana de la nación, al grado de sacarla de las categorías de inversión, es decir consideran su deuda como “bonos basura”

Fue el 16 de diciembre pasado cuando Fitch Ratings rebajó la nota brasileña de BBB- a BB+, es decir, no recomienda adquirir deuda brasileña. 

De hecho Fitch no fue la primera en hacerlo, ya que 3 meses antes, Standard & Poor’s también quitó la garantía de buen pagador a la nación sudamericana, argumentando que el presupuesto para 2016 contemplaba un déficit muy elevado.

Las rebajas crediticias no son meramente simbólicas, pues muchos inversores suelen tomar sus decisiones en base a los dichos de las calificadoras.

De hecho, muchos fondos de inversión, principalmente los de pensiones, están obligados por las respectivas leyes de sus países (como en México) a sólo invertir en naciones que tengan categorías de inversión en sus calificaciones, por lo que las rebajas del año pasado, obligan a estos fondos a vender sus bonos brasileños.

Ante este panorama, el único camino que le queda a Brasil para enfrentar la crisis, es la receta tradicional de subir impuestos y bajar los gastos.

Ambas cosas son siempre complicadas e impopulares, pero el caso brasileño es aún más difícil por la crisis política y los escándalos de corrupción que han rodeado a Rousseff y al Partido de los Trabajadores al que pertenece.

Para complicar aún más la situación de aquella nación, la desaceleración China y la sobreproducción provocó la caída en los precios internacionales de dos de sus principales productos de exportación: alimentos y petróleo.

El oscuro futuro que enfrentará en los próximos meses se completa con la caída de 6.3% en construcción de infraestructura y de 4.5% en el consumo familiar.

Con un desempleo del 8% de su población económicamente activa, 2016 será sin duda un año trágico para “el gigante latinoamericano” (con información de El Economista, El País y Reforma).





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