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7 caminos para la supervivencia del meme más apto

En un mundo de símbolos e ideas, los memes son como sus órganos reproductivos. Saber el mecanismo que los gobierna puede ser muy útil cuando lo que uno desea es extender las ideas propias. Aquí intentamos siete vías para contagiar al mundo con ideas.



2 septiembre, 2019


Los seres humanos seremos muy creativos, pero nuestras ideas nunca surgen de la nada. Habrá el arrogante que pretenda convencerte de que su súper originalidad le viene de la inspiración divina, o de su genio insondable, pero es eso: arrogancia.
Con un poco de humildad, reconocería que toda idea está interconectada a otras ideas. Pongamos por caso la misma palabra “idea”. Su origen en nuestro idioma viene desde el siglo V antes de nuestra era. En griego, se escribía ειδέα (eidea) y significaba “aspecto, apariencia, forma”. El filósofo Platón adoptó ese vocablo a partir de un verbo ya existente, είδω (eidó), que significa “yo vi”. Desde luego que las ideas no son solamente visuales, sino que abarcan la totalidad de los sentidos y, sobre todo, los trascienden. Para no ir más lejos, sigamos con la misma idea de “idea”.

La idea de la idea de la idea de la idea…

Aunque por falta de originalidad insistimos en representar a “la idea” con una bombilla eléctrica que se enciende en nuestra mente, hay que admitir que es una entidad que no tiene ni aspecto, ni apariencia, ni forma. Antes de que Thomas Alva Edison inventara el foco, la idea de la idea se representaba con intervenciones divinas: luz que venía del cielo, ángeles que susurraban al oído, musas que contagiaban su inspiración. Todas trataban de expresar algo que no tiene aspecto, ni sonido, ni olor, ni sabor, ni textura pero que reconocemos como tal, como idea, en el momento en el que surge.
“¡Εύρηκα!” (¡eureka!, o “¡lo encontré!”), se supone que gritó Arquímedes, otro griego de la antigüedad, cuando en la bañera se dio cuenta que el nivel del agua subía conforme se sumergía. Entendió, parece que de súbito, que el volumen de líquido desplazado era el que permitía que los barcos floten. Veinticinco siglos después, cuando alguien identifica que tiene una idea funcional, que resuelve un problema, se dice que tuvo un momento “eureka”.
Así como la idea de la idea —con todo y su bombilla incandescente y su momento eureka—, millones de otras ideas circulan y copulan entre nosotros como monedas de cambio en un burdel infinito. En una columna anterior las llamé memes, nombre que inventó el científico inglés Richard Dawkins en 1976. Él quería referirse a las unidades genéticas de la cultura. Pudo llamarlas también “ideas”, pero prefirió acuñar un nombre distinto para recalcar su naturaleza evolutiva, su transmisibilidad de una persona a otra, de una comunidad a otra, de una generación a otra, y también para desmarcarlas del ámbito “platónico” del mundo de las ideas.
Decíamos también en esa ocasión, que todas las partículas de una cultura eran memes: desde cada palabra del idioma hasta los símbolos religiosos. La cultura es una colección de memes. Que son ideas. Que son memes.

Ideas malas y memes inútiles

Miremos a los memes como partículas en el ADN de ideas más complejas. No hay un punto en el que una idea deje de serlo y se vuelva meme, ni viceversa. Ideas y memes son lo mismo en cierto modo, pero no se usan en los mismos ámbitos. El meme es la extensión comunicativa de la idea, es la medida de su supervivencia evolutiva, es el aquí y ahora de una cultura, es el uso de la idea por una comunidad de personas, el meme nace y muere y deja algún registro histórico, o no; mientras que las ideas podrán a veces ser pésimas ideas, pero son eternas. Por otra parte, el único meme malo es el meme muerto.
Una mala idea es la que no aporta una solución óptima a un problema o, peor aún, lo complica aún más. Su torpeza se registra en la memoria para no repetirla más: “Fue mala idea tomar este atajo”, dice quien se metió en un atasco de tráfico por tomar una ruta que prometía más fluidez. Un meme malo, por su parte, es el que ya nadie imita ni retoma: muere cuando detiene su ciclo reproductivo.
¿Pero hay alguna fórmula de la idea/meme que cristaliza? Sí y no. En el resultado final siempre interviene el azar. Sin embargo, hay ciertas características que incrementan las posibilidades de que un meme sobreviva.

1. La perfección

No se puede negar que en ocasiones el platonismo de las ideas triunfa… o si hablamos en términos evolutivos, que ciertas configuraciones tienen a nacer una y otra vez pese a que aquí y allá se extingan (los biólogos lo llaman evolución convergente). Es decir, mientras más perfecta sea la idea (en su sencillez, su contundencia, su funcionalidad) aumentan enormemente sus posibilidades de existir tarde o temprano. O de nacer una y otra vez, aquí y allá, de maneras muy semejantes. Pensemos en la agricultura, en los edificios piramidales, o en la adopción de lobos (que derivaron en perros): fueron eventos que surgieron varias veces en culturas inconexas, con diferencia de varios miles de años.

2. La interconexión neuronal

Los memes no solamente evolucionan, sino que en la medida en que son retomados y reapropiados, se ramifican neuronalmente. Un meme se conecta con otro, y con otro, y así sucesivamente, todo meme que arraiga, en realidad echa raíces en otros memes, a su vez bien enraizados. Un meme así tiene más posibilidades de sobrevivir que un meme apenas ligado a alguna sutileza.

3. La vitalidad

Los memes están vivos: se recomponen, se hacen metarreferenciales, se dividen, se complejizan, se simplifican, se imitan entre sí, y sólo en ocasiones, cristalizan: los adopta una colectividad como forma de identidad, y así pasará a la historia de la cultura.

4. La sorpresa

El arraigo y la vitalidad no basta para la supervivencia de un meme. Los memes también deben ser inesperados, sorpresivos o contraintuitivos para destacar. Un meme obvio es un meme muerto. 

5. La implicación

Si una serie de memes se interconectan de manera congruente, y cualquier nodo de esa conexión permite vislumbrar algo mucho más profundo, humano, quizá contradictorio, pero muy entrañable, el meme perdurará.

6. La existencia vicaria

Casi ningún meme sobrevive por sí mismo. Pero muchos que de otra forma serían olvidados fácilmente sobreviven gracias a que son apéndices de otras cosas mejor edificadas. Muchas marcas y eslóganes, por ejemplo, son deleznables de no ser porque representan a una corporación. Y así, vicariamente pueden durar décadas, aunque sean insulsos (hola, «Soy totalmente Palacio»).

7. La narrativa mítica

Si la configuración de memes se cristaliza en una historia, y ese relato es a su vez un meme que se transmite de persona a persona, de generación en generación, entonces estamos ante un relato mítico. Los mitos son prácticamente imbatibles, por cierto.
Por último, entendamos también que puede haber memes positivos y memes negativos. Si tu marca está asociada a memes positivos, estás en el mejor de los escenarios (al menos en cuestiones simbólicas), pero si una serie de memes nefastos se han ido adhiriendo a tu imagen, entonces sí, tenemos un problema. Pero eso lo veremos en otra entrega de esta columna.
 
Para seguir filosofando sobre ideas y memes sigue leyendo La misión, la visión y los valores de tu empresa pueden ser absurdos


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Felipe Soto Viterbo (Twitter: @felpas) es novelista, editor, consultor narrativo para Vixin Media y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.





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