La Ciudad de México al borde del colapso
La intensidad de las lluvias pone una vez más de manifiesto el problema de inundaciones en la CDMX.
Quiero dedicar esta columna a la gente más importante de este país, la gente que trabaja en el gobierno. Gracias a ellos podríamos tener un gran país próspero, con infraestructura de primera. Sin embargo, conforme avanza el tiempo los problemas se hacen más graves, la falta de planeación urbana, la improvisación y la falta de compromiso han hecho que nuestras ciudades sean inservibles.
No es posible que los encargados de los proyectos hidráulicos no tomen en cuenta la recuperación de agua en el subsuelo; no es posible que las avenidas se vean inundadas al grado de llegar a parecer ríos por falta de estos pozos de recuperación.
De igual modo, las incorporaciones y desincorporaciones de las vías principales… No es posible que no se confine un carril y se haga una señal de reducción para que pueda circular fluidamente el tráfico. Peor aún cuando –después de una incorporación– ves una desincorporación. ¿Qué no se dan cuenta de los colapsos que se generan en la circulación?
¿Por qué los ingenieros mexicanos no son capaces de ver más allá de lo evidente y proponer para resolver en lugar de hacer por hacer? El ejemplo más caótico de esta ciudad es el Circuito Interior. Desde que se colocó la división de concreto para separar los carriles centrales de la vuelta a la izquierda en Benjamín Franklin, el tráfico ha aumentado considerablemente. Antes, al salir de Polanco, uno no encontraba esas colas de horas, ahora uno tiene que hacer hasta una hora nada más porque en ese punto se genera un conflicto vehicular. La gente no alcanza a cruzar del carril derecho al izquierdo o viceversa…
Lo otro es que no existen incorporaciones anteriores. Si bajando de Reforma hubiera una incorporación al carril central, la mayor parte del tráfico que se hace en esa zona no existiría. Porque uno tiene que hacer una fila para llegar a la salida a Chapultepec, a la avenida Juárez y a la incorporación a Circuito.
En el mismo punto, Circuito, al ser una avenida recubierta con concreto, no permite que la lluvia que cae se absorba por el suelo. Si en las orillas hubieran perforaciones o canales a la tierra, el agua no se estancaría y sería recuperada por el manto freático.
La verdad, la verdad, es que los ingenieros mexicanos o las cabezas de los proyectos carecen de pericia para hacer bien lo que hacen. Ojalá el gobierno los cambie para resolver los vicios en las obras públicas.
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