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Con su lanzamiento, el yuan digital amenaza la supremacía del dólar en el mundo

China ha fortalecido a su moneda al grado en que podría sustituir al dólar como la moneda de cambio global. ¿Es posible un futuro donde el yuan domine?



27 mayo, 2020

El 4 de mayo el gobierno chino comenzó a utilizar el yuan digital, también conocido como e-RMB (RenMinBi, o moneda del pueblo), que es una moneda digital sin ningún respaldo físico y cuyo valor será en un inicio igual al del yuan tradicional. Por ahora, el e-RMB sólo está disponible en cuatro ciudades chinas, aunque el plan consiste en expandir su uso al resto del país y el mundo.

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Desde que el e-RMB empezó esta primera fase experimental, ha circulado la idea de que este es un paso más del esfuerzo chino por reemplazar al dólar como moneda franca en el mundo. Y eso no es cosa menor. Desde que el dólar domina al sistema financiero internacional, Estados Unidos ha gozado de lo que Giscard d’Estaing, ex ministro de Finanzas de Francia, famosamente denominó como un “privilegio exorbitante”.

La historia del privilegio exorbitante del dólar

La circunstancia de que el dólar sea, por mucho, la moneda más utilizada en las operaciones de comercio internacional les proporciona a los residentes, empresas y bancos de Estados Unidos tres ventajas importantes: primero, la posibilidad de acceder a liquidez más barata ya que los estadounidenses son los únicos que no tienen que protegerse contra riesgos cambiarios; segundo, la posibilidad de que su gobierno financie déficits prácticamente ilimitados gracias a su capacidad, también ilimitada (y exclusiva), de crear dólares y de pagar todas sus deudas, precisamente, en dicha moneda; y finalmente, la posibilidad de imponer sanciones a países y empresas extranjeros, excluyéndolos del sistema financiero estadounidense, y con ello, del sistema financiero mundial.

Las razones que explican el dominio del dólar son históricas y económicas. En 1944, en la conferencia de Bretton Woods, New Hampshire, el mundo acordó utilizar al dólar como mecanismo de pago internacional, asignándole a cada onza de oro el valor equivalente a 35 dólares, y obligando al gobierno estadounidense a respaldar cada dólar con el oro resguardado en sus bóvedas. Y aunque el patrón oro dejó de existir en 1971 cuando Nixon decidió, unilateralmente, desconocer el valor en oro de cada dólar emitido por la Reserva Federal, la moneda estadounidense se mantiene hoy como la mayor unidad monetaria de reserva internacional por razones económicas: primero, la transparencia contable de los bancos y empresas estadounidenses, lo que facilita y da confianza en la compra de valores cotizados en las casas de bolsa de dicho país; segundo, la ausencia de controles de capital en Estados Unidos, lo que facilita la exportación de dólares y favorece su liquidez; y sobre todo, la inexistencia de mecanismos globales de pago distintos a los que hoy operan en Nueva York, naturalmente en dólares.

En términos prácticos, una transferencia de Delhi, en rupias, a Seúl, en wones, debe pasar por Wall Street. Para ello, el banco indio debe transferir el monto equivalente en rupias, desde su cuenta en dólares en Nueva York, a la cuenta en dólares del banco Surcoreano, también abierta en un banco estadounidense. De esta manera, bajo el sistema actual, los bancos del mundo compensan sus saldos recíprocos en dólares, a través de sus cuentas abiertas en bancos de Wall Street. Ello sucede así debido a que, en general, no existe ninguna otra unidad de valor distinta al dólar en la que los bancos del mundo acepten liquidar los saldos recíprocos que cada uno tiene en sus distintas monedas locales. Asimismo, cuando los bancos comerciales requieren de liquidez adicional para solventar sus operaciones internacionales, regularmente recurren a préstamos interbancarios denominados en dólares, o a préstamos provenientes de las cuentas que sus propios bancos centrales mantienen abiertas en la Reserva Federal. Por ello es que la mayoría de los bancos centrales, como el Banco de México, mantienen sus reservas internacionales principalmente en dólares: para evitar quedarse sin el medio de pago de los insumos que su economía requiere importar del resto del mundo.

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Si este sistema no existiera los pagos internacionales serían un dolor de cabeza ya que, ante la ausencia de otra moneda globalmente aceptada, dos bancos de países distintos se verían obligados a compensar sus saldos recíprocos en la moneda de uno o del otro, lo que sería infinitamente complicado en un sistema en el que circulan casi tantas monedas como países en el mundo.

Con ello, hoy, salirse del sistema equivale a la pena de muerte. No poder pasar por Nueva York implicaría la imposibilidad de hacer pagos al extranjero, y es eso lo que le otorga a Washington el enorme poder de sancionar a quien juzgue conveniente prohibiéndole la realización de cualquier operación con sus bancos.

Además de Irán, Rusia y Venezuela, actualmente existen 19 países con autoridades, personas o empresas sancionadas por el Departamento del Tesoro estadounidense, que no pueden realizar operaciones a través de los bancos de dicho país. En el contexto actual no es poco probable que, pronto, Washington decida sancionar a Huawei o a otras empresas chinas cuya tecnología “amenace” su seguridad nacional, y es ahí donde surgen los incentivos de buena parte del mundo para encontrar un medio de pago alternativo y económicamente viable a la hegemonía del dólar.

Medida en dólares, la economía china es aún una tercera parte menor a la estadounidense. No obstante, medida en paridad de poder adquisitivo (esto es, en su capacidad de compra en su propio mercado interno), la economía china es 20% mayor a la de Estados Unidos. Asimismo, desde 2012, China es consistentemente el mayor exportador y desde 2018 es el principal inversionista en el mundo. Con ello, por su tamaño y alcance global, el yuan es la única moneda que actualmente podría retar al dólar en el sistema financiero internacional.

Sin embargo, la economía china tiene retos importantes que vencer si desea convertir a su moneda en la reserva por default de los mercados internacionales.

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El principal obstáculo que enfrenta China para dominar la economía

China aún no goza de la confianza que los inversionistas tienen en la transparencia de los mercados occidentales. En Estados Unidos, por ejemplo, la Securities and Exchange Commission realiza la labor fundamental de mantener la transparencia de la información financiera de las empresas y valores que circulan públicamente, y sancionar a quienes ilegítimamente se aprovechan del sistema. En China, por el contrario, la Comisión Reguladora de Valores es conocida por su poca independencia frente a una economía dominada por empresas estatales. En el sector financiero, por ejemplo, los bancos más grandes de China son paraestatales cuyos pasivos no son claros ni para el Banco de Pagos Internacionales, que es la institución encargada de determinar estándares bancarios a nivel mundial.

Los casos de empresas chinas que reportan operaciones e ingresos simulados han sido tan notorios que hasta han dado lugar a un documental que puede verse en Netflix, y a fondos de inversión que tratan de ‘adivinar’ si los números reportados por ciertas fábricas son reales con base en el flujo de camiones de carga que intentan ver a través de Google Earth.

También, si el yuan quiere aumentar su popularidad internacional, China debe reducir o eliminar sus controles de capital. No existen límites para que cualquier inversionista saque su dinero de Estados Unidos. En China, por el contrario, ciertas transferencias hacia el extranjero requieren preautorización gubernamental, incluso tratándose de empresas extranjeras, mientras que los ciudadanos chinos tienen prohibido transferir fuera del país más de 50 mil dólares al año.

Crear instituciones que vuelvan más transparentes a las empresas y a la economía chinas, así como eliminar controles de capital, son sólo el primer paso. Transformar al yuan en una moneda de reserva internacional que compita seriamente con el dólar requiere convertir al sistema financiero chino en un mecanismo de pagos internacionales, alternativo al que opera actualmente en Nueva York.

Para ello, China debería convertir a Shanghai (el centro financiero del RenMinBi) en una cámara de compensación internacional que permita que bancos de todo el mundo compensen sus saldos recíprocos en yuanes, de manera similar a como hoy sucede en Wall Street. Asimismo, convertir a Shanghai en una cámara de compensación implicaría otorgar facilidades para que otros bancos centrales mantengan cuentas abiertas en yuanes en el Banco Popular de China, como hoy lo hace la Reserva Federal. Adicionalmente, si el Banco Popular de China desea adoptar una posición atractiva y responsable como emisor de una moneda de reserva internacional, deberá, de vez en cuando, emitir créditos que ayuden a otros bancos centrales a solventar sus crisis de liquidez, como ahora lo hace, también, la Reserva Federal.

Tras convertirse en la economía más grande del mundo, por lo menos desde hace cien años, Estados Unidos tuvo que esperar a los años cuarenta para que la libra esterlina le cediera al dólar su papel de estándar de intercambio indiscutible en el comercio internacional. Para ello, Estados Unidos tuvo que ganar una guerra mundial y el Reino Unido tuvo que perder su imperio. Sin embargo, si Washington no modera el uso político de su moneda y China transparenta su economía y liberaliza sus controles de cambio, el desplazamiento del dólar por el RenMiBi como moneda de reserva y como mecanismo de pago internacional podría suceder sin la necesidad de que pasemos por otra guerra.

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Eduardo Rusconi es abogado con maestría en Derecho Internacional Económico y de los Negocios (Universidad de Kyushu, Japón) y maestría en Derecho Fiscal Internacional (Universidad de Melbourne, Australia). Es Mediador Privado certificado por el Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México y socio de Rusconi Abogados.





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