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Gustavo Tomé, el tiburón caza en equipo

Es un líder especializado en formar líderes. Casi diríamos que sólo se siente cómodo si toma decisiones de riesgo, aunque él prefiere definirse como un weather entrepreneur: ha invertido bajo el sol, la lluvia y las tormentas. Éste es el hombre detrás del fondo de capital Nemesis.




Foto: El Contribuyente
4 diciembre, 2017

Gustavo Tomé hace una pausa. Le hemos pedido que recuerde alguna anécdota que haya marcado a fuego su forma de hacer negocios. Curioso: esa propuesta en apariencia inofensiva detiene un relato bien atado, hasta ese momento. “Es que no me gusta platicarlas, porque las que son divertidas para mí, normalmente son negativas para la otra parte; siempre hay alguien que sale empinado del otro lado”. No da nombres y nunca los dará. Aunque sí da pistas cuando dice, por ejemplo, que “alguien muy relevante en la industria eléctrica mexicana” lo calificó de loco cuando supo de su interés por fabricar paneles solares. Años más tarde, SolarTec, una de sus numerosas empresas, se afianzó en el sector energético al hacer compras de alto perfil, como Algatec, una organización alemana especializada en maquinaria robotizada.

Entre semillas y pérdidas de alto impacto

La cita fue a las siete de la noche. Creímos ser los últimos en su agenda (la charla para la hora relajada), pero la asistente de Tomé nos comenta que el ingeniero está en una reunión que se ha extendido más allá de lo previsto, ofrece una disculpa y dice que no tardará. Minutos después aparece, aún con corbata y saco. Luce fresco, incluso motivado. “Estábamos analizando una empresa que fabrica semillas genéticamente modificadas que no requieren de pesticidas”, nos cuenta. ¿Semillas? Y sí, ¿por qué no? A sus 40 años de

edad, su fortuna la ha construido a lo largo de 20 años de carrera. Ha diversificado sus inversiones en todo tipo de empresas: textiles, reciclado de pet, sistemas de empaque, autopartes, botanas, tuberías de propileno, y en los últimos años, negocios verdes como la fabricación de paneles solares con Solartec. “Nos gustan esas tesis de negocio: no buscamos la rentabilidad porque sí, tenemos la responsabilidad fiduciaria de mantener el planeta para los siguientes que vengan”.

La carrera de Gustavo Tomé inició donde terminó la de su padre. Murió cuando tenía 16 años de edad y empezaba la licenciatura en ingeniería física, que decidió estudiar no sólo como una forma de diferenciarse de su entorno diario (su padre era contador), sino también para obtener habilidades analíticas. Sobre el fatídico episodio, rememora: “Me marcó en dos temas, primero, perdí a mi mentor, a mi protector; segundo, en el sentido familiar tuvimos que administrar un patrimonio”.

Ese patrimonio fue, por años, la industria textilera. Producían para vender en México, pero la crisis económica de 1994 le acercó la que considera su primera apuesta de riesgo: decidió dejar de lado el mercado local para apuntar a las exportaciones hacia el mercado estadounidense. “En el 94 tenía mucho sentido, porque acababas de tener una devaluación”. Fue entonces que comenzó a surtir a grandes nombres: Abercrombie, Hollister, Old Navy y Walmart, entre otras.

Pero su carácter inquieto le decía que ese negocio no iba a durar por siempre, así que en 2004, apenas iniciado el año, decidió dejarlo. “Necesitas dejar tu zona de confort”, repite en varias ocasiones durante nuestra charla. Sin embargo, la decisión de dejar lo que por años fue el sustento familiar se fue formando en los años previos, cuando resolvió que en algún momento tendría que competir contra otro país que, a diferencia del contexto nacional de ese momento, tuviera el beneficio de la crisis. “Pensé que me ibas a preguntar por qué tardé tanto en tomar la decisión”, dice con una sonrisa irónica.

Y es que al tiempo que expandía su negocio textilero, Gustavo Tomé, quien se describe a sí mismo como un early adopter—se excusa por emplear términos en inglés—, comenzó a hacer negocio con el entonces insípido mercado de internet. En 1995, en su natal Irapuato, ofreció servicios de infraestructura de red para empresas cuando para conectarse había que utilizar servicios dial-up. Se asoció con compañías como IBM y Cisco. “Si en ese momento hubiera vendido todo y me hubiera ido a San Francisco, seguramente habría competido con Amazon”, dice, de nuevo, con una sonrisa irónica. Entre preguntas mira su teléfono celular que es, sorprendentemente, un BlackBerry. Dice que detesta su teclado físico, pero que le da seguridad por su sistema operativo a prueba de hackeos. Tomé también tiene inversiones en empresas de software y ciberseguridad.

Dejamos de hablar del pasado para discutir el presente y el futuro. Es entonces cuando comienza a hablar en plural. Nosotros se vuelve la persona más común al iniciar sus oraciones.

—¿Cuál considera que ha sido el mayor éxito de su vida laboral?

—El mayor éxito debe ser nuestra capacidad para formar equipos de trabajo y sacar proyectos adelante. Hemos sido capaces de generar equipos de gestión que han sabido navegar en aguas tranquilas y sinuosas; así hemos llevado barcos a diferentes destinos, la mayoría relativamente buenos.

Esto lo veo como el beisbol. Si lleváramos estadísticas, el hit rate sería bastante bueno. Cita como ejemplo la salida a bolsa de FibraPlus, su fideicomiso para desarrollo inmobiliario que desde noviembre de 2016 —días después de que Donald Trump fuera electo presidente de Estados Unidos— cotiza en la Bolsa Mexicana de Valores.

“Tengo una anécdota: había dos banqueros de inversiones que apostaban a que no íbamos a salir. Entonces, cuando salimos, llamé a uno de ellos para cobrarle la apuesta (…) Él no vio el temple que existía dentro del equipo”.

¿Tropiezos? Claro que los ha tenido, pero aclara que “ha aprendido a dejar ir; cuando no es lo mío no es lo mío, no pasa nada”. Incluso sugiere que la compra de parte de Liberbank en 2014, episodio por el que fue apodado en la prensa europea como El Tiburón, fue apresurada: “Honestamente creo que me adelanté. Ya no sé quién se comió a quién”. Fuera del ámbito profesional, no deja espacio a dudas: “Mi mayor fracaso debe ser mi incapacidad para resolver temas, por ejemplo, la ruptura con mi hermano, terminamos por separarnos en 2009”, recuerda.

Para Tomé, su papel en empresas como los fondos de capital Nemesis y Da Vinci es primordialmente la formación de líderes. Intenta inculcar valores como la honestidad y la tenacidad. ¿Quiere líderes o superhéroes? La sala donde conversamos está decorada con pósters del Capitán América y Iron Man. Más adelante habla sobre sus libros favoritos. Ni modo: cita la Biblia, pero también la biografía de Ashlee Vance sobre Elon Musk, de quien dice admirar su habilidad para ejecutar ideas que le coloquen en situaciones favorables para echar a andar otras.

—¿Ha leído El Príncipe? —le preguntamos.

—No, no lo conozco. —Tras una pausa irónica, suelta una carcajada cuando le recordamos que había prometido ser honesto. De cualquier forma, confiesa que no está de acuerdo con la visión de estrategia que Maquiavelo sugirió.

“Uno puede no ser doble cara y ser muy estratégico. La clave está en delegar: a ti te doy una misión, a ella otra, y al final yo me encargo de otra. Nunca impusiste un fin, pero cuando demos el resultado, será la suma de todas las tareas. El resultado se vuelve exponencial. Ésa es la diferencia de los grandes empresarios”.

De cara a los próximos 20 años, Gustavo Tomé dice que se ve a él y a su equipo de trabajo “haciendo más de lo mismo”. Habla de empresas con tesis similares a las de Solartec o la de semillas transgénicas que analizaba antes de que iniciara la charla. “Tenemos una nueva filosofía, invertimos con la mente y el corazón, nos vemos en proyectos que además de rentabilidad económica, generen un impacto social favorable. Y claro, dando rentabilidad a nuestros inversionistas”, remata.

*Esta entrevista se publicó originalmente en la edición impresa de noviembre de El Contribuyente.





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