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¿Sabes qué es una empresa polizón? Posiblemente la tuya lo sea

Si concibes a tu empresa como una máquina de hacer dinero, felicidades por las riquezas generadas, pero es posible que no estés viendo el cuadro completo.



polizón, free rider problem, negocios inteligentes, empresas socialmente responsables
Foto: Shutterstock
17 septiembre, 2018


 [ * Este artículo es el segundo de una serie. Puedes leer la primera parte aquí.]
Ningún negocio es una entidad aislada y autista. No está aislada porque para generar dinero necesita tomar recursos de algún lado, precisa de clientes y accionistas, está inmerso en una cadena de valor. Inevitablemente forma parte de una red productiva en la que, para pertenecer a ella, necesita devolver parte de su valor a esa misma red, de manera que, en ese intercambio, se vuelva indispensable. Pero no solamente forma parte de esa red: por muy global y multinacional que sea, también está integrada a una o varias comunidades y a uno o múltiples territorios o Estados.
Y no es autista, porque las empresas están en comunicación con ese entorno. No es necesario que emitan mensajes o que entren activamente en conversaciones; su sola presencia ya es un mensaje. En otras palabras, las empresas ocupan no sólo una dimensión material en la red socioeconómica global, sino una dimensión simbólica que inicia por lo que esa corporación significa en la comunidad a la que pertenece, y se expande en las narrativas que (deliberada o accidentalmente) se tejen alrededor de su marca, sus personajes, sus hechos.
Idealmente, una empresa debería estar consciente de todos esos niveles de pertenencia y retribuir a ellos de algún modo. Si hay una dinámica funcional, en esa retribución hay ganancias hacia todas direcciones: negocio gana en la medida en que ganan todas sus redes, sus comunidades, y los territorios y países a los que pertenece. Si, por el contrario, las ganancias se inclinan sólo a favor de la empresa, y ésta se desentiende de su lugar (real o simbólico) en el mundo, la situación es desequilibrada. Los sociologos y economistas llaman a esto “el problema del polizón” (o, en inglés, the free rider problem).
El polizón es ese que se sube a un medio de transporte sin pagar pasaje. Como de todas maneras el transporte viaja hacia su lugar de destino, en teoría llevar unos cuantos polizones no representa mayor costo. Sin embargo, el viaje gratis del polizón estaría subvencionado por los que sí pagaron pasaje. Esta situación, que es injusta, puede mantenerse por tiempo indefinido. El problema surge cuando se calcula el costo de todos los polizones a lo largo del tiempo, o si crece la proporción de polizones con respecto a aquellos que sí pagaron su pasaje, de manera que el medio de transporte mismo se vuelve incosteable.
Esta figura del polizón, llevada a otros escenarios, representa a una entidad que está tomando provecho de un recurso sin retribuir lo que es justo. Los negocios que sólo son máquinas de hacer dinero y se desentienden de retribuir lo que corresponde por ocupar su lugar en el entorno al que pertenecen serían, pues, empresas polizones.
Si tienen suerte, la organización polizón y sus dueños pueden salirse con la suya por tiempo suficiente y enriquecerse sin que nada los frene… Pero como todos estamos inmersos en un sistema complejo, que incluye a socios y a competidores, a gobiernos y a criminales, a accionistas y a reguladores, a pueblos y a ecosistemas, a individuos y a sus demonios, tarde o temprano el privilegio del polizón se revierte.
Las acciones de responsabilidad social empresarial son una manera de garantizar la sustentabilidad de una organización con respecto a su entorno material a partir de retribuciones justas que están planteadas como parte del modelo de negocio. Es decir, que las ganancias que se obtienen sólo pueden explicarse porque es una empresa que devuelve valor a la red económica, a la comunidad y al territorio al que pertenece.
Por su parte, en el entorno simbólico es donde la empresa y su líder deben tomar partido y establecer una narrativa que asegure su sustentabilidad en esas mismas comunidades y territorios. De hecho en este nivel, el simbólico, es donde las empresas o líderes polizones no tienen cabida. Un polizón no puede hablar porque se delataría y, si habla, está obligado a mentir.
La narrativa falaz de las empresas polizón tiende a salir a la luz de modo escandaloso y, muchas veces, a un precio alto. Por otra parte, la ausencia de narrativa (para pasar inadvertidas) se volverá insostenible en la medida en que crezcan su valor de mercado y sus áreas de influencia. Un ejemplo cercano de una corporación polizón (que no empresa, aunque por momentos actuara como tal) que fue víctima de su narrativa falaz es el PRI, que no pudo sostenerse en el poder (aunque muchos de sus integrantes hayan cambiado de barco para no irse en el naufragio).
¿Cómo saber si la tuya es una empresa polizón? La pregunta es retórica, porque en el fondo de tu oscura conciencia sabrías perfectamente que la supervivencia de tu negocio depende del abuso de los recursos naturales, económicos, legales y humanos de tu entorno. También tendrás claro que tus comunicaciones (seguramente exaltados boletines de supuestos “logros”) son más una estrategia de ocultamiento de la podredumbre; así que no digas que tu brújula moral está averiada.


Felipe Soto Viterbo es novelista, editor y director de Etla, despacho de narrativa estratégica.
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