Hay que actualizar el pacto tácito con Estados Unidos
Enrique Paredes revisa la relación México-Estados Unidos y, de paso, el TLCAN.
Al escuchar y leer en medios que el gobierno de México renegociará en paquete su relación con Estados Unidos, y no sólo el TLCAN, me pregunto qué pasó o qué pasará con el pacto tácito que tenemos o tuvimos con Estados Unidos.
El trato era que el gobierno revolucionario garantizaría estabilidad en la frontera sur de Estados Unidos a cambio de no intervención y de que se le permitiera sostener una política exterior independiente. Cuando el “jefe máximo” Plutarco Elías Calles salía de la presidencia, lo hacía afirmando que dejaba la relación con Estados Unidos “del todo normalizada, y sin ningún problema que en estos momentos pueda causar ansiedad ni trastornos”. En el mismo año el presidente estadounidense declaraba: “Nuestras relaciones con México se encuentran en su mejor momento desde la Revolución”.
El precio que pagamos en esa ocasión fueron las garantías de que no se tocarían los intereses petroleros estadounidenses que se veían amenazados por el artículo 27 constitucional (el que establece que el petróleo es de nuestro dominio), aunque unos años después Lázaro Cárdenas haya visto la oportunidad de expropiar calculando que las vísperas de la Segunda Guerra Mundial y la política de buena vecindad de Roosevelt, se lo permitirían. Tuvo razón.
Cuando en 1964 el embajador de Estados Unidos en México predijo el triunfo de Gustavo Díaz Ordaz en las elecciones presidenciales (¿quién hubiera imaginado que el PRI volvería a ganar?), el Secretario de Estado lo tuvo que llamar para recordarle “las palabras mágicas: ‘Nosotros no intervenimos en asuntos internos mexicanos’”. Y cuando Carlos Salinas ganó las elecciones en condiciones cuestionables, hubo silencio. Hasta ahí el pacto seguía vigente.
Hoy las condiciones son sumamente distintas de cuando surgió el pacto, de la revolución sólo queda un PRI desgastado, se acabó la Guerra Fría y tenemos el TLCAN. Volvimos a otorgar garantías petroleras, pero nos guardamos la carta de la seguridad en la frontera, que cobró renovada importancia ante la guerra contra el terrorismo (en donde por cierto estamos del mismo lado). Ante los magros resultados de Donald Trump en sus primeros 100 días, y pensando que los poderes fácticos de Estados Unidos y de México siguen alineados, no veo un gran giro en la renegociación del TLCAN ni en seguridad.
Mal citando a Francis Fukuyama, creo que ése será el fin de la historia de la renegociación. Como no diría Samuel P. Huntington, lo que estamos presenciando aquí es un choque de comunicaciones, más que la negociación substancial de un pacto.
Nota: para leer y más, y sobre mis referencias, ver: Octavio Herrera y Arturo Santa Cruz. 2011. América del Norte. Vol. 1, Historia de las relaciones internacionales de México, 1821-2010, Coord. Mercedes De Vega. Distrito Federal: Secretaría de Relaciones Exteriores. Páginas 261-269 y 421-438.
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