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El “impasse” en la cuestión nuclear de Corea del Norte

O algunas lecciones aprendidas del desmantelamiento de otros programas nucleares, según nuestro columnista Enrique Paredes.

 




5 abril, 2017

La respuesta de Donald Trump a la pregunta expresa de si estaría dispuesto a disminuir la presencia militar estadounidense en Corea del Sur, a cambio de que China se comprometa a presionar con dureza a Corea del Norte para su desnuclearización, fue: “Si China no lo puede resolver, nosotros lo haremos”.

Con esa respuesta vienen a la mente dos opciones. Una al estilo Obama e Irán, por la vía de la negociación, y otra al estilo Bush (padre e hijo) e Irak, interviniendo militarmente. En términos nucleares, la opción militar en Irak no fue riesgosa. Después de que Bush padre interviniera con el apoyo de los países del Golfo, el ineficiente y paralizado programa nuclear de Irak quedó descubierto y el país fue sujeto a inspecciones periódicas de la ONU sobre sus programas de armas de destrucción masiva. Para el momento en que Bush hijo volvía a intervenir, como lo demostró la historia, no había ya armas de destrucción masiva para eliminar.

Irónicamente, después de la primera Guerra del Golfo y una vez descubierto el programa nuclear, el acérrimo enemigo geoestratégico de Irak, (cuyo Ayatolá había considerado la opción nuclear como contraria a las enseñanzas del Islam), relanzó el programa nuclear iraní, congelado desde la caída del Shah. Bagdad estuvo muy cerca de lograr capacidad nuclear, pero no la tuvo y la opción militar, sobre todo de Israel, siempre fue plausible y nuclearmente no riesgosa.

Para tratar el problema, Estados Unidos, en coordinación primero con el E3/EU (Alemania, Francia y Gran Bretaña con el apoyo de la Unión Europea) y después también con el Consejo de Seguridad de la ONU (en una coalición que se llamó el p5+1), sancionaron económicamente a Irán por un lado, y por otro comenzaron negociaciones con incentivos económicos para la desnuclearización, la estrategia se llamó “de la doble vía”. Las sanciones que más dolieron, y de las últimas en tiempo, fueron al sector energético, adoptadas por la Unión Europea al margen del Consejo de Seguridad.

Aunado a esto hubo momentos políticos que catalizaron el acuerdo, el “discurso del nuevo comienzo” de Obama en Egipto sentó las bases del acercamiento a los países de Oriente Medio y el triunfo de Rouhani en Irán hizo posible el inicio real de las negociaciones. Todos los astros se alinearon.

Ni una ni otra estrategia se pueden replicar en Corea. Por un lado, una intervención militar es altamente riesgosa en términos nucleares, porque Corea del Norte ya tiene bombas. El argumento de que su nivel de sofisticación no es alarmante (porque ni siquiera ha logrado construir la bomba de hidrógeno) es inválido si se considera que su capacidad destructiva es similar a la de las bombas utilizadas en Japón al final de la Segunda Guerra Mundial.

La vía de la negociación podría funcionar ¿cierto? Después de todo ya existen sanciones de todo el mundo relevante, incluida China. La cuestión es que, al igual que en el caso de Irán, debe haber las condiciones económicas (endurecimiento de sanciones) y políticas (diálogo de civilizaciones) para catalizar un acuerdo, y es ahí donde está el impasse. Mientras la retórica política del gobierno de Trump sea hostil a China, y mientras Beijing no vea incentivos en el desarme nuclear y no nuclear en las Coreas, no habrá razón para que el gobierno de Xi Jinping queme una de sus principales cartas en la re-negociación de la relación bilateral con Estados Unidos.





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